De exportaciones y otras yerbas

Por el Ing. Alberto Fiandesio, ex Subsecretario de Combustibles y actual editor de todohidrocarburos.com

Hace pocos días nos enteramos de una curiosa interpretación sobre la teoría económica en la que se expresaba que “exportar es una maldición”.

La persona en cuestión, representante del pueblo, se refería a los alimentos y la influencia que exportación tenía en la formación de los precios internos.

En el caso de nuestro sector recuerdo las discusiones (amigables) que mantenía con mi superior que solía preguntarme (sic): “¿qué ventaja tiene un país con petróleo sobre otro que no lo tiene si el precio al que se vende en el mercado interno no es menor al internacional?

Una pregunta interesante para el razonamiento de “vivir con lo nuestro”.

La primera ventaja de un país que cuenta con petróleo es justamente esa: tenerlo.

Implica una serie de facilidades y disminución de riesgos de abastecimiento que deben ser considerados.

Por otra parte, para desarrollar lo que la naturaleza nos dio (por suerte en este tema no intervenimos), hay que crear una industria que dará trabajo y multiplicará la economía.

Memoriosos me dirán: en Argentina la mayoría de estas industrias las creó el Estado. Y es cierto. Y pasó en muchos lugares del mundo. Y sigue pasando. Pero también se desarrolló un segundo nivel muy importante y es el que aporta todo aquello a lo que el Estado es ajeno. Ganas de progresar, iniciativa, tecnología, investigación y, por supuesto, lucro.

Tampoco es cierto que no haya ventajas económicas al “someterse” al mercado teniendo hidrocarburos.

En un mercado perfecto cuando Aranguren (a la sazón presidente de Shell Argentina, comprador neto de crudo) se sentaba con Bulgheroni (CEO de Pan American, en ese momento sólo productor de crudo) imagino la siguiente conversación:

Aranguren: “estás exportando por lo tanto tu valor de indiferencia es el export parity”.

Bulgheroni: “si, pero para recibir lo mismo prefiero seguir exportando para mantener el mercado que es difícil de desarrollar. Además, si no me comprás a mí vas a terminar importando a import parity”.

Conclusión: terminan acordando el punto medio entre export e import parity. La mitad de los gastos de seguros y fletes (y otros gastos de comercio exterior) será entonces lo que habrá que sumar al valor internacional para definir el precio doméstico.

Está claro que el país que no tiene hidrocarburo está condenado a pagar import parity.

Pero como los adherentes de “vivir con lo nuestro” no descansan, llegaron los derechos de exportación (mal llamados retenciones).

Y entonces la indiferencia del exportador de crudo se transforma en: export parity menos derechos y Aranguren vuelve a la carga para bajar el valor del crudo.

Pero como Shell también exporta algunos subproductos, no hay que dejar “que se llene de guita” por el crudo barato. Derechos de exportación también a los subproductos.

Nunca tuvimos paciencia para aguantar el vaivén de los mercados internacionales. Tampoco para fomentar políticas anti cíclicas como las que alguna vez propuso el Dr. Lavagna.

Es mejor “intervenir”.

Claro que la libertad comercial trae consigo la utilización de la misma para fines “non sanctos”. Y eso hay que combatirlo.

Desde “todohidrocarburos.com” hemos promovido la libertad de comercio a ultranza pero siempre con el respaldo de dos instituciones que deben ser sus pilares.

  • Defensa de Consumidor
  • Defensa de la Competencia

Pero no como funciona ahora, plagado de vericuetos legales en los que el denunciante es sentado en el banquillo de los acusados para que demuestre su planteo, sin la más mínima investigación por parte de quienes debieran tener las herramientas para hacerlo.

Hace muchos años me tocó estar en un banquillo de esos por una denuncia por comportamiento irregular de precios en el mercado de gas licuado (LPG) y fue realmente desagradable. Y éramos los denunciantes y llevamos toneladas de información. La investigación no llegó a  nada.

Bueno. No debe ser así.

Muchas veces nos quejamos de los Estados elefantiásicos pero, cuando se justifican, no creamos las estructuras acordes. Hay que tener paciencia, claro.

En definitiva Diputada, no es una maldición importar ni distorsiona nada en el mercado interno.

Lo que hay que hacer es pensar.

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