Otra vez el populismo energético. Mismos errores, mismos problemas ¿Quién pagará la fiesta?

A fines del año 2021 el alza del precio del combustible de uso automotor desató violentas protestas en Kazajistán, si bien el precio de los combustibles pudo ser el detonante de otras tensiones políticas. El episodio recuerda el llamado Gasolinazo ocurrido en Bolivia a finales del año 2010 y principios de 2011, y agita fantasmas en el ámbito local.

En ambos casos la interferencia estatal en el mercado de la energía desembocó en violentas revueltas cuando las exigencias de la economía imponen sinceramientos de precios. En nuestro medio volvemos a apreciar fuertes distorsiones en el sistema de precios de la energía, mediando la interferencia estatal que respondería a prejuicios ideológicos o un mal calibrado populismo. A juzgar por los resultados de las últimas elecciones de medio término, las autoridades nacionales estarían padeciendo una visión distorsionada de la realidad, insistiendo con programas de demagogia en materia de ciertos precios, en particular, tarifas y energía, que –visiblemente- no le habrían dado dividendos electorales, muy por el contrario, no impidieron el fuerte retroceso electoral del oficialismo en todos los distritos.

Frente a tales resultados, la persistencia en el deliberado atraso de tarifas parece expresar más una superstición y empecinamiento, de raíz ideológica, que una estrategia y/o táctica de alta política o de política electoral. No es aventurado afirmar que el déficit de balanza energética ocurrido entre el año 2008 y 2015 y el desbarajuste que tal distorsión provocó en la economía nacional, le costó al actual oficialismo nada menos que perder las elecciones nacionales y perder el principal distrito del País, en el año 2015.

El escenario local actual del sector down stream de combustibles empieza a recordarnos el de aquella época, con fuerte atraso de precios y faltantes de producto. Como aquella vez, el eslabón débil de la cadena, el expendedor minorista, paga la fiesta. En el decenio 2000/2010 la distorsión del sistema de precios de los combustibles de uso automotor provocó el cierre de unas 2.500 bocas de expendio. La explicación es sencilla: una estación de servicios es un negocio de elevados costos fijos, que solo puede sostenerse con volúmenes mínimos de venta y siempre que los precios se mantengan dentro de la realidad del mercado de hidrocarburos y dentro de la realidad de precios relativos de la economía.

En un contexto de volatilidad inflacionaria, el pisamiento de precios de los combustibles (pasión paleo-peronista cultivada por la actual administración) llevado a cabo mediante el control accionario estatal de la principal compañía que opera en el sector (controlante del 55% del mercado minorista y más del 50% de la capacidad de refino instalada en la República, que alinea verticalmente los precios de surtidor por venta consignada, impidiendo la libre competencia) conduce al mercado de combustibles a nuevas innecesarias tensiones. En vano se intentará justificar que por este medio se contiene el proceso inflacionario. La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario y, en nuestro caso, un fenómeno monetario y fiscal. Nunca se ataca un problema por sus consecuencias sino por sus causas. Sin orden fiscal y monetario la inflación solo seguirá un camino de espiralamiento, y el deliberado atraso del precio de los combustibles ningún efecto positivo provocará sobre el índice general de precios.

La República Bolivariana de Venezuela tiene los combustibles de uso automotor a los precios más bajos del mundo, y también ostenta la inflación más alta del mundo.

La tabla que se agrega grafica la distorsión del mercado local de combustibles y el peligroso atraso de sus precios.

Precio regional gasolina, por litro, enero 2022 (fuente: Gobalpetrolprices.com)

  Fabián Alejandro Tobalo.                                                                                                       Abogado. Asesor de empresas