El gran problema que aqueja a los expendedores de combustibles de Argentina se llama falta de rentabilidad (para algunos puede ser utilidades insuficientes, para otros nulas y para el grupo más numeroso, negativas). Obviamente hay un sinnúmero de problemas diferentes, pero el esencial es la falta de rentabilidad.
Esta situación comenzó hace algunos años, agravándose entre 2017 y 2019, para hacer eclosión en el 2020 por la fuerte caída de ventas producto de la pandemia con sus consecuentes medidas restrictivas de la circulación. Cuando parecía que nada podía ser peor, el 16 de mayo del 2021, comenzó un congelamiento de precios, en el marco de una inflación del orden del 51% anual y costos salariales que como mínimo acompañaron ese porcentaje. A fines de enero del corriente año, teníamos incremento de los ingresos del 0% contra crecimiento de los costos del 51% anual… no hay mucho que agregar.
Y nos estamos refiriendo solo a la rentabilidad por litro vendido, ya que los volúmenes son otra historia.
El primero de febrero se produjo el primer incremento de precios después de ocho meses y medio; el crecimiento estuvo en el orden del 10%. ¿Es mucho o poco? Sin entrar en cálculos que aunque válidos tienen que ver más con las refinerías, tales como variación del precio de crudo, tipo de cambio, precio de los biocombustibles, etc., podemos decir que la ecuación de las estaciones de servicio es mucho más sencilla: precio de los combustibles versus inflación (los salarios acompañan a esta última). Todo esto repetimos, se refiere a la rentabilidad unitaria, suponiendo que los márgenes porcentuales establecidos por las petroleras y los volúmenes de venta fuera constantes.
Desde el 16 de mayo del 2021 hasta la fecha, la inflación estuvo en el orden del 35%, mientras que los combustibles aumentaron solo el 10%, por lo tanto hay un atraso del 25%, según el cálculo antes descripto. Se ha perdido una cuarta parte de los ingresos brutos totales por venta de combustibles líquidos, lo que para empresas que trabajan con un margen bruto del orden del 8,5%, es una barbaridad.
Como dijimos al principio, los cálculos están hechos a margen de comercialización (bonificación), constante ¿habrá posibilidades de conseguir un incremento en el mismo?
Volúmenes de venta
Con respecto a los volúmenes de ventas, obviamente en el año 2020 fueron pésimos, pero a medida que fueron recuperándose, también fueron tomando relevancia los cupos establecidos por las petroleras, por lo que el crecimiento de la demanda no siempre fue acompañado por el de la oferta, lo que contribuyó a deteriorar la situación de los expendedores de combustibles.
¿Qué vendrá en el transcurso del año?
Con respecto a las perspectivas a futuro, podemos decir que las mismas no son buenas; el presidente de YPF que el año anticipó acertadamente cual sería la variación de los precios de los combustibles, ha dicho en varias oportunidades que este año habrá incrementos, pero por debajo del IPC (inflación). Esto significa que el desfasaje del 25% se irá incrementando y la situación de las bocas de expendio, empeorando. Solo queda saber si la crisis Rusia/OTAN que ya está produciendo fuertes subas en el petróleo modificará lo anticipado por el presidente de YPF; hasta ahora ese efecto no se ve.
Cabe aclarar que si se solucionaran los problemas antes descriptos, se estaría regresando a los números relativos del año 2019, que como dijimos eran malos, lo que nos muestra lo lejos de se está de una situación aceptable.


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