Daniel Montamat: «La energía no es un bien público gratuito; siempre lo paga la sociedad»
El ex secretario de Energía dice que ajustar tarifas es doloroso pero necesario, que la situación era terminal y que en un lustro se puede lograr el superávit energético
Daniel Montamat no duda un instante al dar su opinión sobre lo que ocurrió con la energía durante el gobierno kirchnerista y lo que sucede en la actualidad. El ex secretario de Energía y ex titular de YPF afirma que el Gobierno recibió un paciente energético en terapia intensiva y con pronóstico reservado, y lo va a entregar en recuperación y con pronóstico de alta. Además, quien actualmente es director de Montamat & Asociados, enfatiza sobre un punto que para él es central: «La energía no es un bien público gratuito, porque siempre el costo energético lo termina pagando la sociedad, de una u otra manera».
-Era claro que había que ajustar tarifas, pero, ¿se hizo bien?
-Yo diría que estamos en la dirección correcta. Esta administración recibió un paciente energético en terapia intensiva y con pronóstico reservado y va a entregar un paciente en recuperación y con pronóstico de alta. Ahora, hay que asumir que había un paciente que no tenía una úlcera, sino una enfermedad terminal. La recomposición tarifaria que tiene como contracara la eliminación de los subsidios tenía una serie de costos políticos y sociales asociados. Es obvio que el camino gradual iba a traer sus traumas. A lo mejor hubo ideas que no se transmitieron debidamente, como el estado de gravedad del paciente.
-Bueno, pero esa es una gran crítica que se le hace al Gobierno…
-Yo siempre dije que había que contar que había una enfermedad terminal, porque así el paciente iba a aceptar la medicina que se le debía dar. No hacerlo fue un gran error, porque el paciente nunca iba a aceptar una medicina tan fuerte, si pensaba que solo tenía una úlcera. Tampoco se transmitió bien que antes igual estaba pagando la energía muy cara, solo que lo hacía a través de impuestos.
-¿Hay algún resultado positivo?
-Claro. Los subsidios energéticos llegaron a ser en 2016 de US$ 20.815 millones; en 2017 fueron de US$ 8803 millones; el año pasado bajaron a US$ 7121 millones, y en el presupuesto de este año hay previstos todavía US$ 4866 millones. Es decir que hemos venido haciendo un camino, pero todavía hay muchos subsidios en electricidad y gas. El tema es terminar con los subsidios generalizados, que beneficiaron más a los ricos que a los pobres, e ir hacia subsidios focalizados en una tarifa social.
-Pero, ¿esta terapia no «mató» a algún «paciente» que no pudo afrontar el nuevo costo?
-Es que esas pymes estaban asumiendo una irrealidad en sus costos. Además, una pyme que estaba en blanco también pagaba el costo vía impuestos. Pero yo creo que el mecanismo para tratar estos casos excepcionales era una tarifa social. La tarifa social no existía. Hoy hay 1,8 millones de consumidores que pagan la tarifa social; y en materia eléctrica hubo 4,3 millones de usuarios beneficiados por esa tarifa social, que ahora se ha transferido a las provincias. Yo diría que el proceso ha sido complicado, pero había que transitarlo. Hay que entender que la energía no es un bien público gratuito, porque el servicio energético siempre lo termina pagando la sociedad, de una u otra manera.
-¿Hasta cuándo seguirán los ajustes de tarifas?
-Estamos en la parte final. En el tarifario eléctrico, este año vamos a terminar todavía con un subsidio general al precio de la energía mayorista de alrededor de 20% del costo. Pero se ha recompuesto el tarifario de los servicios de transporte y distribución. En el gas natural ya hay procesos de subasta y estamos con un precio que aún tiene algunos problemas en el invierno, pero que ha tenido las recomposiciones necesarias para tener una tarifa que evolucionará solo en función de la inflación que tengamos. Y va a tender a la baja en la medida en que volvamos a tener energía abundante a precios competitivos.
-¿Cuándo se podrá recuperar el autoabastecimiento?
-La producción de petróleo venía cayendo desde 1998 y el año pasado empezó a recuperarse. Creció solo 2% pero quebró una tendencia. Empezamos a recuperar producción petrolera. La producción de gas creció el año pasado un 5% y estamos en condiciones de sostener eso durante los próximos años. La energía está dejando de ser parte del problema económico, como lo era en la anterior gestión.
-¿Por qué?
-Porque había subsidios impresionantes y mucha energía importada (por US$20.000 millones, en varios años), con una balanza comercial energética muy deficitaria. Así, la energía impactaba en las cuentas fiscales y en las externas. Eso se está solucionando. El año pasado hubo una balanza comercial deficitaria de US$2360 millones; sigue en rojo, pero veníamos de déficits de US$7000 millones. Como viene creciendo la producción de petróleo y gas, prevemos que en dos años vamos a recuperar el equilibrio. Y en un lustro se pueden lograr superávits de US$5000 millones. En cinco años, la energía puede ser parte de la solución del problema económico.
-¿Puede ser una nueva soja?
-Sí, pero a mí me preocuparía mucho que siga siendo una soja en un modelo de desarrollo orientado al mercado doméstico que exporte saldos. Porque, entonces, lo que va a dar es un alivio de algunos años por los dólares que pueda aportar, pero después el modelo quiebra por la restricción externa. La sustitución de importaciones para desarrollarnos no va más; tenemos que ir a un modelo de valor agregado exportable, que aportará energía barata para ganar competitividad.
-¿La anterior administración recibió una persona saludable y la enfermó?
-Claro que sí. Y la enfermó mal: los índices de calidad del servicio eléctrico que teníamos en 2003 todavía no fueron recuperados (antes había 8 horas de cortes por usuario por año, y hoy estamos en más de 30). Si hubiera seguido el populismo energético, hoy estaríamos importando petróleo y gas, con cortes eléctricos que no se sabe a qué niveles habrían llegado.
-¿Qué se viene de ahora en más en materia energética?
-Creo que tenemos que ir a modelos racionales, donde Estado y empresas tienen un rol. Tiene que haber controles, precios de mercado, pero de mercados competitivos, internacionalizar el mercado. Y tenemos que imaginar la energía en un modelo productivo viable. Si no es así, la energía va a estar expuesta a los barquinazos que ya hemos vivido y que son propios de un país que tiene un modelo económico fallido.
-¿Cómo juega Vaca Muerta?
-Vaca Muerta ya es una realidad productiva. La gente de Tecpetrol demostró en un año, en Fortín de Piedra, que se puede pasar de una producción de cero gas a una intensiva. En 2017, no producía gas y terminó 2018 con casi 18 millones de metros cúbicos, en un país que tiene una producción de 130 millones de metros cúbicos. Esto es fundamental para los que nos miran desde el exterior. Vaca Muerta, en una estrategia energética acoplada a una estrategia de valor agregado exportable, puede dar gas a valores competitivos. Esa misma Vaca Muerta, blindada de locuras políticas, puede aportar divisas.
-Pero, ¿eso cómo va a impactar en el día a día de la gente?
– Si lo hacemos bien, la gente tendrá facturas de gas y electricidad más baratas. Y el productor pyme va a tener una factura de gas mucho más competitiva que la de los países vecinos. Además, la gente debe empezar a ver que vamos al crecimiento del shale oil, básicamente por Vaca Muerta. Es decir, que esto ya es una realidad productiva. Hacen falta cosas, obviamente: hay que quitar las retenciones, hacer obras de infraestructura y ensamblarlas para poder exportar gas por barco.
Fuente: La Nación
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